Una de las mayores preocupaciones de los tutores a la hora de operar a sus mascotas es la anestesia.
Actualmente la anestesia se ha convertido en un procedimiento muy rutinario y controlado en la clínica diaria pero aun así hay que seguir unos serios protocolos para evitar posibles complicaciones. Entre los efectos negativos de un animal anestesiado podemos encontrar la regurgitación o vómito como factor principal, ya que esto podría causar una neumonía por aspiración del flujo vomitado y crear un serio problema a nuestra mascota.
Por este motivo, uno de los principales puntos para disminuir estos problemas es realizar un ayuno correcto:
El ayuno debe ser entre 8 y 12h, a poder ser dando la última toma de comida húmeda (de más fácil digestión) o bien darle la mitad de la toma habitual. También se puede administrar Omeprazol la noche anterior para adelantarnos a posibles reflujos gástricos. En cachorros no debe hacerse un ayuno de más de 6h por riesgo de hipoglucemias entre otras cosas.
Si el ayuno supera las 12h también es contraproducente ya que aumenta la acidez del estómago y puede ocasionar úlceras gástricas o esofagitis.
El agua puede administrarse hasta dos horas antes de la anestesia.
Una vez el paciente se encuentra en el veterinario, se hace una evaluación del animal: historia clínica, edad del animal, el peso, la raza, si están en algún tratamiento y sobre todo si ha tenido recientemente alguna alteración cardiovascular o gastrointestinal. Los perros obesos y algunas razas específicas están más predispuestos a sufrir vómitos y regurgitaciones durante la anestesia y tener más riesgo.
Después se procede a un examen físico en el que se pondrá especial interés en el estado de hidratación, la condición corporal, el color de las mucosas y la auscultación cardiaca y pulmonar.
También se pondrá al menos un catéter sanguíneo para tener acceso directo a la vena y poder administrar los medicamentos o fluidoterapia en caso necesario y de manera rápida.
Las analíticas preanestésicas nos ayudarán a ver si hay alguna patología previa que pueda incrementar el riesgo anestésico de nuestro animal, principalmente en mayores de 8 años.
Posteriormente y según todo lo anterior recibirá una valoración del riesgo anestésico (escala ASA) en función de la cirugía a realizar. Con toda esta información se procede a realizar un protocolo de medicación anestésica que ayude a evitar futuros problemas.
El protocolo de medicación incluye primero una premedicación en la que administramos analgesia y sedación. Posteriormente se lleva a cabo una inducción, habitualmente con Propofol, que favorece la intubación del animal para administrarle gases anestésicos como el Isofluorano, que se mantiene a lo largo de la cirugía.
Es esencial intubar al animal para proteger la vía aérea y mantener el balón del tubo endotraqueal inflado hasta el momento de extubar para evitar la neumonía en caso de regurgitaciones. Los cambios de posicionamiento del animal en la mesa de quirófano pueden ser un también un factor de riesgo.
También hay que contar con un monitor multiparamétrico para monitorizar al paciente en todo momento y detectar peligros.
En casos de animales que han de entrar urgentemente en el quirófano, se ha de prevenir la regurgitación y aspiración administrando antieméticos, Omeprazol y procinéticos como la Metroclopramida. Al no poder estabilizarlos correctamente, estas cirugías de urgencia son las que suelen tener más riesgo anestésico.
La buena noticia es que la mortalidad anestésica cada vez es menor según los estudios más recientes, siendo el periodo de recuperación el momento más crítico.
Míriam Rodríguez
Veterinaria
Lliga per a la Protecció d’Animals i Plantes de Barcelona
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